PROYECTO NACIONAL
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SEGUNDA PARTE
EL MODELO ARGENTINO
DESARROLLO
CAPÍTULO 3
LA VIDA POLÍTICA
La
vida política de la sociedad argentina del futuro ha de realizarse en
comunidad organizada. Propongo que esa comunidad organizada configure la
democracia social. Veremos en qué consiste tal estructura política.
En
la noción clásica se ha entendido a la Nación como la entidad integrada por
población, territorio y gobierno, y al Estado como la Nación jurídica y políticamente
organizada. Pareciera ser, por lo tanto, que bastan estos conceptos para
calificar a la comunidad organizada en el sentido en que estamos considerándola.
No es así. La diferencia esencial se da en el hecho
de que la concepción liberal califica, por un lado, al individuo, y por el
otro, a la organización superior. Además sólo reconoce, prácticamente, el
papel de las organizaciones intermedias denominadas partidos políticos. En la
acción concreta las organizaciones intermedias que responden a grupos
sociales o profesionales han sido calificadas como correspondientes a una
concepción corporativista del Estado.
Hemos evaluado suficientemente la enseñanza de la
historia como para concluir que no necesitamos seguir ahora en este juego
pendular entre el liberalismo y el corporativismo. Una toma de conciencia,
debidamente razonada, nos pone en situación de ir directamente hacia las
estructuras intermedias completas que, cubriendo partidos políticos y grupos
sociales, den a nuestra, comunidad la fisonomía real de lo que queremos
calificar como "democracia social".
La configuración política de esta comunidad
organizada implica la creación de un sistema de instituciones políticas y
sociales que garanticen la presencia del pueblo en la elaboración de las
decisiones y en el cumplimiento de las mismas.
Corresponde esclarecer ahora el concepto de democracia
social:
Es
social en la medida que, como dije una vez: "La verdadera democracia es
aquélla donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo
interés: el del pueblo".
Es social, porque la sociedad es su marco, su objeto y
el instrumento de su realización y porque el pueblo organizado en sociedad es
el actor de las decisiones y el artífice de su propio destino.
Es
social, en cuanto procura el equilibrio del derecho del individuo con el de la
comunidad.
Enuncio el concepto de democracia social al tratar de
la vida política, porque la democracia social no puede entenderse sino es en
función política, que nace al vínculo natural y necesario para asegurar la
cohesión del cuerpo social y puede tener su finalidad sólo en la realización
de lo que secularmente se ha llamado el "bien común".
La
democracia social que deseamos requiere ser caracterizada en función de una
serie de cualidades razonablemente precisas.
Las siguientes son las más importantes:
- Es la expresión de una Nación que tiene una
estructura de poder que le permite tomar decisiones por sí misma en
cuestiones fundamentales, referidas a sus objetivos, a los procedimientos a
llevar a cabo y a la distribución de responsabilidades que quiera establecer
en su seno.
- Es orgánica porque se realiza en comunidad
organizada, porque en tal comunidad participan todos los grupos políticos y
sociales integrando en el proceso nacional todas las fuerzas representativas
de los distintos sectores del quehacer argentino.
-
Procura el bien común, —en la .concepción amplia que ha definido la
Iglesia—, y lo persigue a través del "desarrollo social del país".
-
Se nutre de una ótica social que supera la ética individualista, al mismo
tiempo que preserva la dignidad del valor humano. Esta ética es la que habrá
de convertir al hombre actual en hombre nuevo, creador de una nueva comunidad.
Para nosotros, en nuestro ámbito nacional, es una ética esencialmente
cristiana.
-
Requiere una caracterización de la propiedad en función social.
La
tierra, considerada desde una visión global y teniendo en cuenta la necesidad
objetiva de producir bienes, particularmente alimentos, y demás servicios
para su población, es un bien de producción social.
De
tal forma, queda caracterizada la propiedad privada, como una concentración
que realiza la sociedad, a través de la ley y en función de la historia,
posibilitando a las personas que dispongan bienes sociales. Pero debe exigirse
que esa posesión sea hecha en función del bien común, porque la sociedad
estima que la propiedad privada permite organizar la producción de bienes y
servicios con mayor sentido social y eficiencia que la propiedad común.
-
Es políticamente plural, con lo que responde al pluralismo real.
La
forma del pluralismo resultará de lo que el pueblo decida.
Por eso, a nuestro juicio, han quedado eliminadas las posibilidades de un
sistema de partido único o de multiplicidad atomizada de partidos
irrelevantes.
-
En lo que se refiere al pluralismo de los grupos sociales, se propone el
ordenamiento por funciones sociales en entidades que agrupan a las
representaciones del trabajo, del empresariado, de los profesionales y,
eventualmente, de otros sectores de la vida nacional.
- Persigue la liberación de los hombres de la opresión
y el poder ajeno.
Esta
liberación comienza por la libertad interior, sólo alcanzable por medio de
un sentimiento que trascienda al hombre y cultive en él la actitud de
servicio. De otro modo, aún las ideologías más revolucionarias conducirían
únicamente a simples cambios de amos.
-
Tiene en la representación uno de sus fundamentos vitales.
La
representación está dada. esencialmente, por la acción política canalizada
a través de los partidos, de la
cual deriva la asignación de poder político como poder de representación y
de juicio político.
Otro
nivel de representatividad puede estar dado por los distintos grupos sociales
o destacadas personalidades independientes, que contribuyen en la formulación
de proposiciones y en aportes de ideas fundamentales
Promueve
la participación autentica para la cual requiere, al menos, las concepciones
básicas de bien común, ética generalizada, pluralismo, solidaridad y
representatividad.
El ciudadano se expresa como tal a través de los
partidos políticos cuya vigencia lleva al funcionamiento de los cuerpos políticos
legislativo y ejecutivo.
Pero también el hombre, a través de su condición de trabajador, intelectual, empresario, militar, sacerdote, etc., tiene que organizarse para participar en otro tipo de recinto, como puede ser, por ejemplo, el Consejo para el Proyecto Nacional Argentino.
Este ente debe enfocar su tarea hacia la gran obra de formulación del Proyecto Nacional en la cual todo el país tiene que empeñarse.
Además de esta participación son accesibles otras
formas de participación de los grupos políticos y sociales, a título de
asesoramiento y de contribución a la gran tarea de liberación y reconstrucción
nacional, en la que debe estar empeñado todo el país. Las formas que deba
asumir esta participación están aún abiertas a la consideración de quienes
serán responsables de la misma.
Concibe a la autoridad como la facultad de mandar según
la recta razón, con base en un orden moral y una ética superior.
-Se realiza con una concepción nacional sin
xenofobia, en actitud continentalista y universalista, de efectiva cooperación
y no competitiva.
-Es "moderna", porque requiere la
estructuración orgánica y funcional en términos de la sociedad organizada,
superando las estructuras heredadas del Estado liberal, incapaces de servir
eficientemente a nuestro Modelo Argentino.
-Se plantea en términos de ideales, pero partiendo de
la realidad actual y evaluando nuestra idoneidad concreta de transformación.
No configura, pues, una utopía.
La apelación a la utopía es, con frecuencia, un cómodo
pretexto cuando se quiere rehuir las tareas concretas y refugiarse en un mundo
imaginario; vivir en un futuro hipotético significa deponer las
responsabilidades inmediatas. También es frecuente presentar situaciones utópicas
para hacer fracasar auténticos procesos revolucionarios.
Nuestro modelo político propone el ideal no utópico
de realizar dos tareas permanentes: acercar la realidad al ideal y revisar la
validez de ese ideal para mantenerlo abierto a la realidad del futuro.
En
la tarea política del país, al más alto nivel, intervienen dos instancias:
la conducción política y la político-administrativa. La primera tiende a la
estructura del poder, y la segunda, a la administración del país, en
general, además de la administración del gobierno en particular. Este último
aspecto lo habré de tratar en otro lugar del presente trabajo.
El principio orgánico reside en disponer: unidad de
concepción, conducción centralizada y ejecución descentralizada.
Los niveles en los cuales se trabaja son, en términos generales: la conducción
superior del Estado, las entidades intermedias y el pueblo en el ámbito
ciudadano.
Dentro de este esquema hace falta una fisonomía para
las instituciones de conducción. Ella debe responder a las tareas que estas
instituciones deben realizar.
Tres son las grandes tareas: planeamiento de lo que ha
de hacerse, ejecución concreta, control y reajuste del proceso.
El planeamiento debe formalizarse para el largo plazo
(varias décadas hacia el futuro), para el mediano plazo (en número de años
que dura un gobierno) y para el corto plazo (un año).
El largo plazo requiere la definición de las
cualidades de la sociedad que se visualiza para el futuro y la identificación
de estrategias globales para alcanzarla. Tal tarea requiere la constitución
de un organismo específico al cual el pueblo contribuya a través de los
mecanismos con los que cuenta y en los ámbitos que conoce. Esta entidad puede
ser el Consejo para el Proyecto Nacional, a integrarse con todos los elementos
representativos de la comunidad.
El planeamiento para el mediano plazo requiere ser
realizado, básicamente, por el Poder Ejecutivo, con la participación
correspondiente del Congreso.
El planeamiento del corto plazo, así como la ejecución,
corresponde, básicamente, al equipo ministerial, salvo en las materias que
hagan necesaria la intervención del Congreso a los propósitos del control
superior.
Los controles han de establecerse en varios niveles,
sobre la base del concepto superior del control, para lo cual se requiere del
establecimiento de una completa red de información.
Señalados tales aspectos, surgen algunos
requerimientos con respecto a la fisonomía del Congreso Nacional. La
experiencia señala que la tarea creativa del Poder Legislativo se ha
desarrollado, a lo largo de este siglo, siguiendo una disciplina de trabajo
que puede ser perfeccionada.
Parece necesario que el país tenga un Congreso que
sesione por un período mayor al de cinco meses que establece la Constitución
Nacional. Precisamente, pareciera; no resultar conveniente una "tregua
política" tan prolongada, porque lo que se requiere es mucho trabajo político
en el proceso de edificación institucional en el cual nos hallamos.
El Congreso Nacional deberá participar activamente en
el proceso de programación de la estructura institucional del país y de
revisión periódica y actualización de las normas.
Los requerimientos de la comunidad deseada introducen,
también, algunos requisitos a la estructura y funcionamiento del Poder
Ejecutivo.
Necesitamos una Presidencia adecuadamente estructurada
para conducir, puesto que las unidades dependientes del Poder Ejecutivo
constituyen entes al servicio íntegro de la comunidad. Ello es evidente desde
que la gran tarea de ejecución pública está en sus manos.
Además, el mundo interdisciplinario en que ya se vive
exigirá una conducción de lo externo que reclamará crecientemente la acción
presidencial.
La conducción política superior debe estar siempre
en manos del Presidente de la Nación, como cuestión originaria y exclusiva.
Para ello y en cuanto tiene relación con el Congreso de la Nación, necesita
un vicepresidente en los términos que actualmente prevé la Constitución
Nacional.
Además, la conducción del sector político-administrativo
exige coordinación en la acción ministerial. Cada ministerio debe ser
concebido como un ámbito de específica responsabilidad. Pero la instancia
político-administrativa es, intrínsecamente, interdisciplinaria. Para ello
el Presidente de la Nación necesita la cooperación de un funcionario
encargado de la coordinación ministerial.
Este coordinador puede ser un primer ministro
dependiente, directamente, del Presidente de la República.
La
estructura institucional así concebida fortificará la capacidad de decisión
y de acción del Presidente de la República al proporcionarle todos los
instrumentos necesarios para su gestión.
La organización de nuestro régimen político queda,
entonces, definida. El objetivo es la democracia social. La forma de gobierno
que responde al objetivo es la representativa, republicana, federal y social.
Representativa, en los términos de representación a
que antes se hizo referencia.
Republicana, porque preserva la estructura de república
como forma política de nuestra Nación, nutrida en el poder que proviene
desde el ciudadano.
Federal, porque se preserva el vigor histórico y el
valor de futuro que el federalismo tiene para el país, interpretándose lo
que se considera una concepción mayoritaria.
Social, por los propósitos específicos antes
desarrollados, que hacen a la responsabilidad del gobierno.
Cuando
la concepción liberal actúa en el nivel del ciudadano y del Estado, sin
aceptar más entidad intermedia que los partidos políticos, ofrece garantías
no del todo adecuadas.
Los grupos de intereses que responden a la estructura
del poder económico imperante pueden crear sus propios partidos, infiltrar
los partidos existentes o bien presionar sobre las decisiones gubernamentales
por vía de la influencia directa, con todos sus mecanismos lícitos
conocidos.
Cuando la concepción de la Democracia Social
establece que los grupos sociales deben integrar institucionalizadamente los
cuadros intermedios de la comunidad organizada, está ofreciendo garantías
verdaderas.
En
efecto, el ciudadano ha de poder participar más en función de lo que conozca
mejor. Todo trabajador sabe, por ejemplo, cuál es el verdadero sentido de la
política que lleva adelante una confederación de trabajadores.
Las
concepciones de cada grupo social y de cada partido político deben estar
expresadas en forma de bases, plataformas u otros cuerpos escritos que
configuren su propia manifestación del Proyecto Nacional.
Si
se trata de partidos políticos su plataforma tendrá que constituir la
expresión política del Proyecto Nacional que el partido sostiene para el país.
Tratándose de grupos sociales, sus bases o estatutos doctrinarios deben
configurar, igualmente, la expresión del Proyecto Nacional que el grupo
social concibe para el país.
Las
instituciones intermedias tendrán que actuar procurando la unión para el
accionar de aquellas cuya ideología sea coincidente.
En
el nivel de liderazgo, esto significa la unión de todos los líderes
populares en la tarea común. La falta de unión o aún la desunión,
configura el más serio enemigo que podemos crear nosotros mismos en la lucha
por la Liberación y Reconstrucción Nacional.
Desde
este fundamento se concibe que el trabajo futuro en nuestra democracia
social—desarrollándose como comunidad organizada— debe darse sobre la
base de: paz social y diálogo abierto como método de trabajo político en búsqueda
de coincidencias de todos los
sectores políticos y sociales; y de fundamentación del poder de los
movimientos, grupos sociales y partidos políticos en organizaciones que actúen
con una corriente de poder que fluya sistemáticamente desde las bases, con
voto universal, secreto y obligatorio
para todas las manifestaciones.
Para
alcanzar los caracteres de la sociedad política que perseguimos debemos
realizar cierta adecuación de los medios existentes a partir de la situación
actual de nuestra sociedad. A esa adecuación la llamamos desarrollo político.
Consideramos
que lo político tiene una precedencia absoluta en nuestro pueblo. En
consecuencia, debe hacerse mínimo el tiempo en que se logre la adecuación
deseada, sobre la base de que ésta se hará efectiva por medios pacíficos.
Hemos
comenzado ya nuestro proceso de cambio, beneficiados por la profunda
movilización política que en el país se viene produciendo desde hace
treinta años.
El
desarrollo político deberá sustentarse tomando como premisa fundamental que
la verdad debe primar sobre toda otra consideración y que constituye la única
realidad tangible.
La
verdad política debe estar presente en todas las manifestaciones y debe ser
vigorizada de manera perseverante. Para ello es necesario que en la lucha política
la violencia sea definitivamente reemplazada por la idea.
La
paz mundial y la felicidad de los pueblos deberán constituir los objetivos
esenciales en la conducción de la política exterior argentina . Una paz que
para nuestro país se sustente en la plena vigencia de la soberanía política,
la justicia social y de la independencia económica.
La
confraternidad con todos los pueblos del mundo, el respeto absoluto a su
autodeterminación y la igualdad jurídico-política de los Estados deben
guiar nuestro accionar.
Desde
el momento en que una nación sólo ha de cumplir su vocación de desuno si el
pueblo que la determina se realiza como tal, la política exterior argentina
tiene en esto su principal fundamento.
Argentina
se incorpora decididamente al desafió de los tiempos, y con su sentido de
humildad y de grandeza logrará que su voz sea escuchada y contestada en el ámbito
de las decisiones internacionales.
El año 2000 presentará a la humanidad actuando en
un sistema internacional estructurado sobre la base de un equilibrio
pluripolar,
y a nuestro país, en particular, en su condición de Argentina Potencia,
habiendo sobrepasado la etapa de continentalización política de América
Latina y en plena participación con el resto de los países del mundo.
Sobre
la base de una política de paz y de cumplimiento estricto de los compromisos
internacionales, considero que la política exterior argentina debe encauzarse
a través de los siguientes lineamientos generales:
a)
Respeto de la soberanía de los Estados, autodeterminación de los pueblos y
el pluralismo ideológico con exigencia de la correspondiente reciprocidad por
parte de los demás;
b)
Intensificación de las relaciones con todos los países del mundo sin
excepciones ideológicas, económicas o políticas;
c)
Vigencia plena de la Tercera Posición en un ámbito de recíproca solidaridad
con los pueblos que aspiran a su liberación;
d)
Estrecha asociación y comunidad de esfuerzos, en especial con los países que
conforman el Tercer Mundo y colateralmente con todos aquellos que conciban y
respeten nuestros principios básicos sobre convivencia universal;
e)
Defensa sistemática de los recursos naturales, científicos y técnicos, en
el marco mundial, dentro de un ámbito de recíproca colaboración de
esfuerzos y de utilización de los resultados;
f)
Conducción de una política exterior auténticamente fundada en las grandes
coincidencias nacionales y al servicio de nuestro pueblo, único protagonista
y destinatario de la misma.
Tales
objetivos, exigen un Servicio Exterior altamente capacitado para el
cumplimiento de su función específica, tanto desde el punto de vista ideológico
como técnico-profesional y cuyos únicos, objetivos radican en la preservación
y grandeza de la patria.
La
Hora de los Pueblos está definitivamente en marcha. La Tercera Posición
sustenta nuestro accionar. El Tercer Mundo constituye una realidad
irrefutable.
Debemos
recuperar la iniciativa que tuviéramos hace tres décadas como pioneros de
una nueva mentalidad mundial.
Con
tal propósito tenemos que transformar nuestro estado de conciencia en acción
deliberada y, con ello, concretar el pensamiento universalista que nos anima.